Dudas

Mi gran defecto es la indecisión. Toda mi vida ha estado marcada por reiterados intentos de alcanzar la respuesta correcta a los problemas que se me presentaban. La mayoría de ellos finalizaron - en algunos casos tras agotadores años de elucubraciones - en una situación extrema a la que nunca hubiese querido llegar.
Y ahora vuelvo a encontrarme de nuevo en esa situación. Ante la ineludible consecuencia de una decisión postergada. Pero no debo quejarme, al menos esta vez no. La habitación está limpia, es confortable y no tengo que compartirla con nadie. La última vez que me ocurrió algo parecido tuve que dormir en una litera con un viejo ukraniano retirado del ejército y gran seguidor de la doctrinas del dios Baco que se pasaba las noches sollozando por una mujer llamada Elena. No pude pegar ojo en tres días.
El caso es que volvieron a cogerme desprevenido, esta vez mientras finalizaba mi obra maestra. Absorto en otra de mis existenciales dudas de última hora. Pero ya he solucionado ese problema, en cuanto me libre de la camisa de fuerza y salga de este lugar no volveré nunca a dudar entre que hacer primero, si comerme el hígado o los riñones de mi víctima. Definitivamente, serán los riñones con un buen tinto… ¿o sería mejor un rosado?

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